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May 22, 2014

Memorial Days

For many people, Memorial Day weekend is a time of holiday, gatherings at the lake, outdoor barbecues, celebrating college or high school graduations. For many others, it is a more somber time. All Saints Day seems easier on the heart, occurring in the autumn as the year winds down. Remembering lost loved ones at the heart of springtime is fitting in a way, dedicating a beautiful time of year as a time of remembrance. At the same time, it is the height--and depth--of incongruity to look up into the spring sunshine and then down upon the graves of fallen soldiers. As I look back on only the last decade, I feel stunned--and sometimes shamed--into silence, thinking of the sacrifices our military and their family members make. And deaths of loved ones are not the only losses they suffer.  Their emotional, physical, spiritual and financial difficulties and challenges also often bring loss into their lives.

Although poet Michelle Hartman wrote this poem for her mom, it speaks universally to the experience of losing a loved one. Its title also speaks to what any military family member must feel when they receive the call that one of their own has fallen: Early Departure. Such deaths are always too early. Still, Michelle's poem reveals the secret to survival, a secret tucked in our hearts, our emotional and spiritual centers which remain actively connected to our loved ones. I can't explain how this works. I only know that it does.

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Michelle Hartman



early departure

I reached a stopping point
in the melee of my life today
and called you
don’t remember now why
possibly to say I love you
as though it would be news
or maybe it was to regale you
with my latest bit of doggerel
new piece of gossip
but I’d forgotten
you’d left sooner than expected
leaving me with all those silly requests
often made by those
left behind on holiday
a souvenir from the gift shop
regional delicacy or salt water taffy
peanut brittle and maybe a shell
you also missed useless droppings of advice  
valuable only in the minds of timid homebodies
call when you get there
dress warmly
don’t talk to strangers
all wise but unadventurous
vexed at missed opportunities
looming loneliness
not to mention the inability
to reach travelers in that region
I dusted the box with your ashes
did as you instructed and
called you with my heart  

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Poem copyright Michelle Hartman, all rights reserved.
Michelle Hartman is the editor of Red River Review and her latest poetry book, published by Lamar University Press, is Disenchanted and Disgruntled.

May 11, 2014

El legado de un gran amor, A legacy of love

The following story comes from my friend, colleague and artist Araceli Galiano in Madrid. I believe that Mother's Day is also a time to honor grandmothers. It is a good time to remember, as Oprah Winfrey and others have said: "I stand on the shoulders of those who have come before me." Writer Araceli Galiano is the third in four generations of Aracelis. The name of her grandmother was given to her mother, to her, and Araceli chose to give it to her daughter. This story is just one of the reasons why it is important for them to keep this special woman's name alive. 

The story is fluid, impressionistic, y fuerte. Its simple telling reveals the tremendous inner strength of a woman who risked everything to marry the man she loved. The years that followed were years where an entire family learned from that kind of love and learned how to continue its true expression. 
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La historia que sigue viene de mi amiga, colega y artista Araceli (Tati) Galiano. Llamarla una historia de amor no es suficiente, aunque entre historias de amor, ésta ciertamente es una de las buenas. Es también una historia de sembrar, defender y legar el amor a generaciones. Hoy asistí a un servicio en una iglesia en donde la ministra dijo que nacimos del amor para amar. Esta es la clave a la vida; no los logros, la fama, ni lo que llamamos el éxito que viene del ganar una cantidad de dinero. Nacimos del amor para amar. Gracias a la primera de cuatro generaciones de las Araceli, tenemos aquí un ejemplo de la fuerza y dignidad que acompañan tal vida, la vida de amar.

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Amor desde siempre, hasta siempre

por Araceli (Tati) Galiano


Abuela Araceli, Guerra Civil 1936-39
Mi abuela Araceli tenía unos preciosos ojos verdes que cuando se nublaba el cielo se le ponían grises como un día de tormenta y cuando paseábamos por el campo le verdeaban como si las hojas de los árboles se hubieran instalado en ellos.  Para mi bisabuelo fue la niña de sus ojos y para ella acabó siendo mas dolor que provecho.

A los 19 años, Araceli se escapó de casa y se casó con el corazón, y en contra de su padre, con mi abuelo Jesús, un joven de su misma edad, un moreno guapo y alegre hasta en sus andares.


El corazón no se manda


José, padre de Araceli
Conocí al bisabuelo y recuerdo su carácter fuerte y tiránico. Acostumbrado a mandar y a que se le obedeciera, no pudo soportar que la niña de sus ojos se enamorara por su cuenta, sin que él lo dispusiera. Queriendo romper las costuras  que la pasión  había entrelazado, dispuso encerrar a mi abuela en su dormitorio “hasta que se le pasase el capricho”. Dio orden de que se le subiera la comida y que no recibiera a nadie, ni siquiera a su madre y hermanos. 

Pero no supo calcular el bisabuelo la fuerza de su amor. La abuela rechazó la comida, los piononos de Santa Fe, los tocinillos de cielo de López Mezquita y los vestidos de París que le regalaba para que olvidara a mi abuelo. En su encierro su amor fue creciendo y su obstinación también . Me hubiera gustado saber de que color eran por aquellos días sus ojos.

Araceli en el balcón de su casa
Parece ser que por medio de las sirvientas intercambiaba mensajes con mi abuelo y así planearon su huída. “Les casó en secreto un sacerdote aquí en Granada” —me dijo mi madre una noche de verano entre confidencias  y recuerdos. En la familia nunca se habló de ello, un sutil velo tapó los hechos para evitar habladurías en una ciudad dónde todos se conocían. Eran tan solo unos críos y la guerra civil se cernía sobre ellos. 

Mi abuelo Jesús partió para la guerra y mi abuela se quedó sola, con mi madre entre los brazos, llorando. Tanto lloró que la casa se le inundó de dolor y fue entonces cuando aprendió a salir a flote sola.


El apoyo de madre y hermana

Abuela Araceli con su hija Araceli
Araceli se veía a escondidas con su madre que le puso una señora de compañía para que no estuviera sola durante los bombardeos. Me contaba la abuela que habían preparado una habitación llena de colchones para protegerse las tres. Doña Estefanía, “la pobre…”—me decía, salió de misa una mañana y le cayó una bomba  a pocos metros de la Iglesia de la Magdalena y la mató junto con un lechero y su burro con la leche en las alforjas.  Ese día también se le derramó el alma a mi abuela que volvió a quedarse sola. 



Araceli con Doña Estafanía, Granada
Como ya se le habían gastado todas las lágrimas con la partida de su marido y con la muerte de Doña Estefanía,  lloraba en seco, hacia dentro y rezaba pidiendo para que ésta pesadilla se acabara. Rezaba cosiendo, rezaba cocinando la comida que su madre a hurtadillas le enviaba. La prohibición del bisabuelo seguía en pié y siguió hasta muchos, muchos años después. Sin embargo nunca oímos una palabra de reproche saliendo de la boca de mi abuela, ni vimos un gesto de rencor en ella, aunque la pena la llevó siempre en su corazón. 

Fue mi tía abuela Eloisa, su hermana, la que en el año 42 puso como condición a su padre para casarse que hiciera las paces con su hija Araceli. El accedió, pero no su arrogancia. Fue una conciliación carente de cariño, fría como el hielo, distante y sin aprecio. Para entonces la abuela ya tenía dos niñas más y mi madre tenía 9 años cuando conoció a su abuelo.  El resto de mis tíos, cuatro más, nunca lo conoció y el pobre abuelo Jesús nunca fue aceptado, las paces no le incluían a él. 

Araceli y Jesús, en espera de su 6º hijo Miguel
Mis abuelos supieron llevar éste destierro con mucha dignidad y elegancia, jamás hubo críticas ni reproches, se lo guardaron para ellos hasta el final igual que su amor que hasta el último día se tuvieron.


Un legado de comprensión, compasión y dignidad

Ahora, con el paso de los años puedo comprender la fortaleza de mi abuela, como su corazón pudo abarcar la pena  y con que sabiduría, humildad y generosidad supo llevarla y crear una gran familia que le está tan agradecida hasta ahora.

Siento un gran orgullo de ser su nieta y de llamarme Araceli como ella, como  mi hija, como mi madre, como mi  dulce prima que está con ella en el cielo cuidando de todos nosotros y la bisabuela. 

La abuela sigue teniendo unos hermosos ojos verdes en nuestros corazones.

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Nota de la redactora:
Las cuatro Aracelis. De izquierda a la derecha: Abuela Araceli, Nieta Araceli, Hija Araceli, e bisnieta Araceli. La luz y profundidad de los ojos de estas mujeres me dicen mucho que no se puede encajar en palabras solamente.

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Araceli Galiano es artista y escritora. Sus ilustraciones, collages y obras de papel cortado se han expuesto en varios sitios en España y vendido en varios países. Para ver ejemplos de su obra y otras cosas interesantes, visite su sitio web 
Tati Galiano y su blog La viajera más lenta

Texto y fotos, copyright Araceli Galiano, 2014. Todos los derechos reservados.